Ellos van conmigo.

jueves, 25 de noviembre de 2010

El Soldadito de Plomo.

                                       

Había una vez veinticinco soldaditos de plomo, hermanos todos, ya que los habían fundido en la misma vieja cuchara. Fusil al hombro y la mirada al frente, así era como estaban, con sus espléndidas guerreras rojas y sus pantalones azules. Lo primero que oyeron en su vida, cuando se levantó la tapa de la caja en que venían, fue: "¡Soldaditos de plomo!" Había sido un niño pequeño quien gritó esto, batiendo palmas, pues eran su regalo de cumpleaños. Enseguida los puso en fila sobre la mesa.
Cada soldadito era la viva imagen de los otros, con excepción de uno que mostraba una pequeña diferencia. Tenía una sola pierna, pues al fundirlos, había sido el último y el plomo no alcanzó para terminarlo. Así y todo, allí estaba él, tan firme sobre su única pierna como los otros sobre las dos. Y es de este soldadito de quien vamos a contar la historia.
En la mesa donde el niño los acababa de alinear había muchos otros juguetes, pero el que más interés despertaba era un espléndido castillo de papel. Por sus diminutas ventanas podían verse los salones que tenía en su interior. Al frente habían unos arbolitos que rodeaban un pequeño espejo. Este espejo hacía las veces de lago, en el que se reflejaban, nadando,unos blancos cisnes de cera. El conjunto resultaba muy hermoso, pero lo más bonito de todo era una damisela que estaba de pie a la puerta del castillo. Ella también estaba hecha de papel, vestida con un vestido de clara y vaporosa muselina, con una estrecha cinta azul anudada sobre el hombro, a manera de banda, en la que lucía una brillante lentejuela tan grande como su cara. La damisela tenía los dos brazos en alto, pues han de saber ustedes que era bailarina, y había alzado tanto una de sus piernas que el soldadito de plomo no podía ver dónde estaba, y creyó que, como él, sólo tenía una.
"Esta es la mujer que me conviene para esposa", se dijo. "¡Pero qué fina es ; si hasta vive en un castillo! Yo, en cambio, sólo tengo una caja de cartón en la que ya habitamos veinticinco: no es un lugar propio para ella. De todos modos, pase lo que pase, trataré de conocerla."
Y se acostó cuan largo era detrás de una caja de tabaco que estaba sobre la mesa. Desde allí podía mirar a la elegante damisela, que seguía parada sobre una pierna sin perder el equilibrio.

Ya avanzada la noche, a los otros soldaditos de plomo los recogieron en su caja y toda la gente de la casa se fue a dormir. A esa hora, los juguetes comenzaron sus juegos,recibiendo visitas, peleándose y bailando. Los soldaditos de plomo, que también querían participar de aquel alboroto, se esforzaron ruidosamente dentro de su caja, pero no consiguieron levantar la tapa. Los cascanueces daban saltos mortales, y la tiza se divertía escribiendo bromas sobre la pizarra. Tanto ruido hicieron los juguetes, que el canario se despertó y contribuyó al escándalo con unos trinos en verso. Los únicos que ni pestañearon siquiera fueron el soldadito de plomo y la bailarina. Ella permanecía erguida sobre la punta del pie, con los dos brazos al aire; él no estaba menos firme sobre su única pierna, y sin apartar un solo instante de ella sus ojos.
De pronto el reloj dio las doce campanadas de la medianoche y - ¡crac! - abrióse la tapa de la caja de rapé...Más, ¿creen ustedes que contenía tabaco? No, lo que allí había era un duende negro, algo así como un muñeco de resorte.
- ¡Soldadito de plomo!- gritó el duende- ¿Quieres hacerme el favor de no mirar más a la bailarina?
Pero el soldadito se hizo el sordo.
- Está bien, espera a mañana y verás- dijo el duende negro.
Al otro día, cuando los niños se levantaron, alguien puso al soldadito de plomo en la ventana; y ya fuese obra del duende o de la corriente de aire, la ventana se abrió de repente y el soldadito se precipitó de cabeza desde el tercer piso.
Fue una caída terrible. Quedó con su única pierna en alto, descansando sobre el casco y con la bayoneta clavada entre dos adoquines de la calle.
La sirvienta y el niño bajaron apresuradamente a buscarlo; pero aún cuando faltó poco para que lo aplastasen, no pudieron encontrarlo. Si el soldadito hubiera gritado: "¡Aquí estoy!", lo habrían visto. Pero él creyó que no estaba bien dar gritos, porque vestía uniforme militar.
Luego empezó a llover, cada vez más y más fuerte, hasta que la lluvia se convirtió en un aguacero torrencial. Cuando escampó, pasaron dos muchachos por la calle.
- ¡Qué suerte!- exclamó uno- ¡Aquí hay un soldadito de plomo! Vamos a hacerlo navegar.
Y construyendo un barco con un periódico, colocaron al soldadito en el centro, y allá se fue por el agua de la cuneta abajo, mientras los dos muchachos corrían a su lado dando palmadas.¡Santo cielo, cómo se arremolinaban las olas en la cuneta y qué corriente tan fuerte había! Bueno, después de todo ya le había caído un buen remojón. E l barquito de papel saltaba arriba y abajo y, a veces, giraba con tanta rapidez que el soldadito sentía vértigos. Pero continuaba firme y sin mover un músculo, mirando hacia adelante, siempre con el fusil al hombro.
De buenas a primeras el barquichuelo se adentró por una ancha alcantarilla, tan oscura como su propia caja de cartón.
"Me gustaría saber adónde iré a parar", pensó. "Apostaría a que el duende tiene la culpa. Si al menos la pequeña bailarina estuviera aquí en el bote conmigo, no me importaría que esto fuese dos veces más oscuro."

Precisamente en ese momento apareció una enorme rata que vivía en el túnel de la alcantarilla.
- ¿Dónde está tu pasaporte?- preguntó la rata- ¡A ver, enséñame tu pasaporte!
Pero el soldadito de plomo no respondió una palabra, sino que apretó su fusil con más fuerza que nunca. El barco se precipitó adelante, perseguido de cerca por la rata.¡Ah! había que ver cómo rechinaba los dientes y cómo les gritaba a las estaquitas y pajas que pasaban por allí.
-¡Deténganlo! ¡Deténganlo! ¡No ha pagado el peaje! ¡No ha enseñado el pasaporte!
La corriente se hacía más fuerte y más fuerte y el soldadito de plomo podía ya percibir la luz del día allá, en el sitio donde acababa el túnel. Pero a la vez escuchó un sonido atronador, capaz de desanimar al más valiente de los hombres. ¡Imagínense ustedes! Justamente donde terminaba la alcantarilla, el agua se precipitaba en un inmenso canal. Aquello era tan peligroso para el soldadito de plomo como para nosotros el arriesgarnos en un bote por una gigantesca catarata.
Por entonces estaba ya tan cerca, que no logró detenerse, y el barco se abalanzó al canal. El pobre soldadito de plomo se mantuvo tan derecho como pudo; nadie diría nunca de él que había pestañeado siquiera. El barco dio dos o tres vueltas y se llenó de agua hasta los bordes; hallábase a punto de zozobrar. El soldadito tenía ya  el agua al cuello; el barquito se hundía más y más; el papel, de tan empapado, comenzaba a deshacerse. El agua se iba cerrando sobre la cabeza del soldadito de plomo...Y éste pensó en la linda bailarina, a la que no vería más, y una antigua canción resonó en sus oídos:
¡Adelante, guerrero valiente!
¡Adelante, te aguarda la muerte!
En ese momento el papel acabó de deshacerse en pedazos y el soldadito se hundió, sólo para que al instante un gran pez se lo tragara. ¡Oh, y qué oscuridad había allí dentro!Era peor aún que el túnel, y terriblemente incómodo por lo estrecho. Pero el soldadito de plomo se mantuvo firme, siempre con su fusil al hombro, aunque estaba tendido cuan largo era.
Súbitamente el pez se agitó, haciendo las más extrañas contorsiones y dando unas vueltas terribles. Por fin quedó inmóvil. Al poco rato, un haz de luz que parecía un relámpago lo atravesó todo; brilló de nuevo la luz del día y se oyó que alguien gritaba:
- ¡Un soldadito de plomo!
El pez había sido pescado, llevado al mercado y vendido, y se encontraba ahora en la cocina, donde la sirvienta lo había abierto con un cuchillo. Cogió con dos dedos al soldadito por la cintura y lo condujo a la sala, donde todo el mundo quería ver a aquel hombre extraordinario que se dedicaba a viajar dentro de un pez. Pero el soldadito no le daba la menor importancia a todo aquello.
Lo colocaron sobre la mesa y allí...en fin, ¡cuántas cosas maravillosas pueden ocurrir en esta vida! El sodadito de plomo se encontró en el mismo salón donde había estado antes. Allí estaban todos: los mismos niños, los mismos juguetes sobre la mesa y el mismo hermoso castillo con la linda y pequeña bailarina, que permanecía aún sobre una sola pierna y mantenía la otra extendida, muy alto, en los aires, pues ella había sido tan firme como él. Esto conmovió tanto al soldadito, que estuvo a punto de llorar lágrimas de plomo, pero no lo hizo porque no habría estado bien que un soldado llorase. La contempló y ella le devolvió la mirada; pero ninguno dijo una palabra.

De pronto, uno de los niños agarró al soldadito de plomo y lo arrojó de cabeza a la chimenea. No tuvo motivo alguno para hacerlo; era, por supuesto, aquel muñeco de resorte el que lo había movido a ello.
El soldadito se halló en medio de intensos resplandores. Sintió un calor terrible, aunque no supo si era a causa del fuego o del amor. Había perdido todos sus brillantes colores, sin que nadie pudiese afirmar si a consecuencia del viaje o de sus sufrimientos. Miró a la bailarina, lo miró ella, y el soldadito sintió que se derretía, pero continuó impávido con su fusil al hombro. Se abrió una puerta y la corriente de aire se apoderó de la bailarina, que voló como una sílfide hasta la chimenea y fue a caer junto al soldadito de plomo, donde ardió en una repentina llamarada y desapareció. Poco después el soldadito se acabó de derretir.
Cuando a la mañana siguiente la sirvienta removió las cenizas lo encontró en forma de un pequeño corazón de plomo; pero de la bailarina no había quedado sino su lentejuela, y ésta era ahora negra como el carbón.
Qué bello cuento!, he estado leyendo últimamente que las amigas bloggeras andan un pelín estresadas a estas alturas del año, y quería compartir con ustedes una de mis fórmulas para relajar luego de un día agitado.
Leer una de estas historias al final de la jornada siempre me hace olvidar los momentos complicados y me llena el corazón de una dulzura muy especial. Estos cuentos tan hermosos y meláncolicos son mis favoritos, éste me gusta mucho y  además ese soldadito es un auténtico caballero victoriano, tan lleno de valor y ternura a la vez. 
El final tal vez sea algo triste, pero no podría ser más perfecto.
La presencia de la pequeña bailarina me remite a Wendy( http://www.lalunaticaluz.blogspot/), a quien le dedico este post.

Espero lo hayan disfrutado.
Feliz viernes a todas. Y gracias por estar siempre allí.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Princesa, leerte me ha transportado a otro tiempo...yo era una niña y me regalaban ese cuento una noche de Navidad...Un recuerdo imborrable!

Gracias por este momento mágico que me has regalado con tu post . Voy a seguir tu truco para relajarme al final de un dia dificil.
Un abrazo.

MariCari dijo...

Pues la verdad es que este cuento no me gustó mucho... y mira que me gustan los uniformes, je, je. Pero lo veía tan triste y los niños tan salvajes en su actitud hacia el soldadito que... no lo resistía... lo leí una única vez y lo guardé, así que te agradezco el haberme dado la oportunidad de leerlo de nuevo... eres un poquito gurú porque me has quedado relajada para el fin de semana, ja ,ja....
Bss... y yo también mando un saludo a Wendy y un gran abrazo para tí...

AKASHA BOWMAN. dijo...

Eeeeeey la verdad es que me has sorprendido enormemente con este cuento, la verdad es que de niña jamás mis padres me contaron ninguno (no eran dados a la lectura) y yo misma me busqué la vida leyendo y fantaseando por mi cuenta.

Me has recordado, no sé por qué, el film de "El secreto de los hermanos Grimm". Si no la viste te la recomiendo porque está muy bien y además aparece uno de los caballeros de tu saloncito (el ausente señor Ledger).

Un hermoso homenaje a Wen, que es una mujer formidable.

Besos para ti y por mi parte decirte que es un placer leerte y que siempre estaré aquí para ti.

I love you my dear

Luciana dijo...

No lo leía desde chiquita. Siempre me pareció una historia tan triste y solía llorar cuando lo leía, al igual que con La vendedora de cerillas.
Besos.

Aglaia Callia dijo...

Princesa querida, me ha caído como anillo al dedo este precioso post, y no sólo porque este es uno de mis cuentos favoritos, sino porque me recuerdas en estos días ajetreados, que hay que tomar un respiro y pensar en cosas hermosas, que una lo intenta, pero la rutina agobia y nos lleva para otros lares.

El comentario de Luciana me recuerda el de La vendedora de cerillas, que me hacía llorar a mares cuando pequeña, tan triste y hermoso.

Gracias por compartir este texto con nosotros, perfecto para recordar la magia de la vida, y un cariño especial para Wendy, tan adorable.

Besos, feliz fin de semana.

Wendy dijo...

Princesa, aquí estoy llorando sin parar, me apena no haber llegado a tiempo, sigo en la telaraña y hoy, especialmente, porque estoy de guardia, lloro de pena y a la vez de alegria porque siento el triste final de la bailarina y el soldadito y de alegría por este bonito recuerdo que has tenído para mi, hace un rato lloraba también de angustia y por frustración.
Te lo agradezco de todo corazón, tiene un final triste pero solo según se mire ya que es un canto a la fuerza del amor.
Te quiero Jazmin :D.

princesa jazmin dijo...

ELVIRA:un enorme placer haber despertado en tí un recuerdo tan hermoso con este humilde post. Espero te sirva mi consejo, hace muy bien.
Un abrazo para tí.

MARI:pero mujer, con lo que te gustan a tí los uniformes y me desprecias al soldadito,pero tienes toda la razón, esos niños son unos insensibles, habría que educarlos un poco, no?
Besos para tí!

AKASHA: mi linda amiga, mis padres tampoco eran muy aficionados a ello, pero en el fondo de mi corazón siento y sé que me hubiera gustado mucho que lo hicieran, me parece que el mundo necesita desesperadamente más niños que lean cuentos y que les lean antes de dormir historias maravillosas. Creo que las cosas podrían mejorar.
Así, que por el momento, me los leo yo misma antes de dormir cuando el día fue un pelín frustrante.
Me diste una buena idea, no recordaba esa peli, ahora ya los puse entre mis chicos a Heath y Matt.
Me reconforta contar siempre contigo.
Besisimos!

LUCY: ese otro cuento también me gusta mucho, estaba entre ése y éste. Son geniales aunque, sí, algo tristes.
Abrazo grande!

AGLAIA:Celebro haberte emocionado con este cuento tan bonito, es una gran manera de llenar el cerebro y el corazón de magia y ternura para no olvidarnos de nosotros mismos.
Debemos cuidar a nuestro niño interior, y qué mejor que alimentarlo con estas historias.
Gracias por venir.

WENDY: me interesó dedicarte un pequeño mimo porque estás viviendo días ajetreados y algo de inocencia en forma de cuentos nunca vienen mal.
Como siempre me remites a la danza, la grácil bailarina me llevó a pensar en tí, espero lo hayas disfrutado.
Fuerza entonces, que eres fuerte y lo vas a lograr! pronto llegarán días de paz y tranquilidad.
Yo también te quiero.

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